Está bien, comenzaré de nuevo y
trataré de ser más claro. Disculpe, señor agente, pero estoy demasiado
nervioso. Empiezo otra vez.
Al
principio era la típica historia de celos. Ya sabe: exnovio despechado porque
su chica le ha dejado por otro la persigue día y noche hasta averiguar quién es
el tipo que se la está tirando. Tras barajar varias opciones se decide por la
más sensata: empezar a enviarle anónimos. ¿Quién no lo ha hecho alguna vez?
Las primeras veces eran poco más
que indirectas, lo suficiente para ponerlo nervioso y que se apartara de ella.
Pero con el paso de las semanas me fui viniendo arriba. O tal vez quise subir
un peldaño viendo que no surtía efecto y ni él decidía mudarse de ciudad ni
ella llamaba a mi puerta con la firme intención de abalanzarse sobre mí para
fundirnos en un abrazo sempiterno. En fin, las indirectas pasaron a ser
amenazas de tal calibre que mientras las iba confeccionando yo mismo dudaba de
si me atrevería a cumplirlas en caso de verme obligado.
El método
fue otro clásico. Sí, ya lo sé que está muy trillado, pero qué le voy a hacer.
Soy un gran cinéfilo y, si bien el pegamento de barra deja unas huellas
dactilares estupendas, las letras de revista recortadas confieren una estética ideal,
propia de la intimidación perfecta. No me mire así, señor agente, bastante mal
me siento ya como para tener que aguantar también sus mofas (dicho sea desde el
respeto).
Como le iba
diciendo, transcurrió aproximadamente mes y medio. Seis viernes sin faltar a mi
cita con un buzón con nombre de traidor. Las tres primeras veces lo hice por la
tarde, pero a partir de la cuarta entrega resolví que debía volverme menos
previsible, así que varié mi horario de visitas. Coincidió precisamente con el
cambio en el tono de mis coacciones, aunque a priori no estaba premeditado.
Entre usted y yo, señor agente, y
ya sé que su profesión no es compatible con enviar anónimos aunque éstos sean
totalmente necesarios y merecidos, pero si alguna vez tiene intención de
amenazar misteriosamente a alguien escoja otra vía. Al principio, el sentirse
un artesano de las palabras es muy romántico. Primero eliges cuidadosamente el
mensaje, después planeas la disposición de las letras y por último deshojas a
golpe de tijera la primera revista que encuentras. Como estás profundamente
enamorado no lo dudas: han de ser revistas del corazón. Más tarde, y como se
está haciendo tan de noche y al día siguiente tienes que madrugar, en lugar de
ir letra a letra comienzas a buscar palabras completas, pero claro, después de
leerte hasta el horóscopo, te das cuenta de que jamás encontrarás según qué
palabras. Es así como he echado a perder la colección de novela negra que me
regaló mi ex. Bueno, cuando sepa para qué la he empleado seguro que lo
entiende, estoy seguro de que hasta me lo agradece.
En
resumidas cuentas, que yo a lo que vengo aquí no es a confesar, ni a entregarme
ni a nada de eso. Yo vengo a poner una denuncia. ¿Contra quién? Pues contra el
actual novio de mi ex. El tipo en cuestión, vamos. Si me dejara terminar la historia
no pondría esa cara de asombro. Escuche; de un tiempo a esta parte estoy
recibiendo respuesta a todas mis amenazantes misivas. El mismo procedimiento:
sobre cerrado a lengüetazas. Ya lo sé, ADN por un tubo, pero bueno. Dentro la
hoja con letras en papel cuché recortadas y pegadas por el dorso de cada una de
mis cartas originales.
¿Que si me
devuelve las amenazas? Ojalá, pero es mucho peor: ¡se muestra comprensivo! Así
es, señor agente, como lo oye. ¿Que yo le decía que le iba a pinchar las ruedas
del coche?, pues el me responde que lo entiende, pero que eso no va a hacer que
me sienta mejor. ¿Que mi carta le informaba de la parte del cuerpo que tenía
pensado cercenarle si volvía a ponerle una mano encima a mi chica?, pues el
reverso de la misma me invitaba a un café para explicarme cuánto amor sentía
por ella y lo felices que se hacían el uno al otro. Y lo peor de todo: ¿que yo
le daba cumplidos detalles de la rama del árbol de la cual iban a encontrar
meciéndose su cadáver?, pues él me comunicaba que iba a rezar no sé cuántos
padrenuestros para no sé qué de salvar mi alma del pecado capital de la ira.
¿Pero con qué clase de tío está mi chica?
Agente, por
favor tiene que hacer algo. Deténgalo, envíe dos o tres coches patrulla, el
helicóptero, francotiradores… Le daré la dirección y la hora exacta a la que
suele estar allí con ella. Un tipo así no puede estar en su sano juicio. Y por
favor, deje de mirarme como si yo fuera el que está loco.
Jajaja! La de cosas que se hacen x amor...
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