lunes, 4 de agosto de 2014

Esta noche no hará sol

Esta noche no hará sol,
los murciélagos anidarán bajo las faldas de tu vestido
y yo volveré a casa jodido, borracho, transeúnte.

No se rozarán esta noche nuestros nombres,
nuestros futuros serán un par de líneas
perversamente
paralelas
ignorando la una de la existencia de la otra,
sin un punto de aquí te espero.

Esta noche no darán las doce;
el destino no piensa concederles
un solo minuto
a dos manillas que sólo buscan amarse
en lo más alto.

Tampoco cerrará esta noche el metro
sorprendiéndonos el uno en la estación del otro,
yo imaginando cómo se soñará en tu cuarto
de paredes pintadas de color azul gemido,
con trazos de tu olor cazado a lazo.

Qué va, no será esta noche.

Pero me queda el resto de lunas.

lunes, 7 de julio de 2014

Querido diario

Querido diario, tendrás que volver a perdonarme. Sé que varias hojas atrás te prometí que no volvería a hacerlo, pero ya sabes que es uno de mis puntos débiles: no lo puedo evitar. Pensarás que últimamente sólo acudo a ti para soltar lastre y contarte estas desgracias, pero al fin y al cabo estás para esto.
En fin, no creo que nadie pueda acusarme de nada. Lo llevé a cabo al final del último servicio, cuando aquel tipo se quedó solo tras despedirse de quien parecía su amigo, justo una parada antes del final de línea. Para cuando entré en cochera, el vehículo estaba totalmente limpio. Con lo que más tuve que esforzarme fue con los restos de sangre de la ventanilla. No me quedó más remedio que fregarlo todo con las luces del autobús apagadas, aparcado tras la fábrica abandonada que aún se mantiene en pie al final del polígono industrial del puerto. Estoy sin embargo casi seguro de que a plena luz del día tampoco se apreciará nada. Es más, con un poco de suerte la brigada de limpieza habrá pasado por mi vehículo antes de que amanezca y entonces ya sí que no habrá vuelta atrás. Las manchas de pisadas, las huellas dactilares en las barras de sujeción y el cóctel de olores de los nuevos usuarios, a medio camino entre el perfume y el sudor, proporcionarán la coartada perfecta para este nuevo ajuste de cuentas.
¿El cuerpo? Donde los tres anteriores. Al paso que van las obras en este país, los crímenes habrán prescrito para cuando alguien decida meter excavadora en esos cimientos.
Lo sé: no debería abusar de mi suerte, pero sabes que no lo puedo evitar. Que sí, tal vez algún día me pillen, ¿pero qué puedo hacer yo? Para mí es importante, muy importante, y la gente no lo entiende. Unos y otros no dejan de traspasar una y otra vez la delgada línea que divide las conversaciones privadas, en las que sé que no debería meterme, de los temas importantes y que afectan a todo el mundo. ¡Y qué demonios!, hay cuestiones que no se deben tratar en público y mucho menos en un autobús atestado de pasajeros. ¿Qué osadía la suya!
Sé también que es la segunda vez que me pasa en lo que llevamos de mes, pero había estado bastante calmado estos últimos tiempos, desde el verano si no recuerdo mal. En efecto, fue la noche del tres de julio. Es cierto, querido diario, esa vez no te la conté. Pero es que me dio mucha vergüenza y no me apeteció dar detalles.
En aquella ocasión no estaba trabajando. Era sábado e iba caminado por el bulevar. En las manos llevaba cuatro bolsas, pues había pasado toda la tarde de compras con Juani. Nos despedimos y yo me dirigí al metro, con tan mala suerte que en un semáforo en rojo se detuvo a mi lado una chica joven que iba conversando por teléfono. Enseguida intuí de lo que estaba hablando y, desesperado, intenté huir del lugar. Pero al mirar a un lado y a otro para buscar una salida rápida y disimulada, me encontré con que la gente se había agolpado a mi alrededor. Con lo que me gustan, estoy empezando a odiar las rebajas precisamente por la cantidad de gente que inunda las calles. En fin, que no di con ninguna escapatoria eficaz. El único sitio por donde podía escabullirme era hacia adelante, pero los coches que pasaban como centellas lo desaconsejaban.
Habiéndose producido lo inevitable no tuve más remedio que seguir a la chica. Afortunadamente no fue muy lejos. Aprovechando que seguía colgada del móvil y su atención estaba algo distraída, la perseguí bien de cerca. Siete manzanas después dobló hacia un callejón, se despidió efusivamente de su interlocutor y buscó las llaves dentro de su bolso. Yo reduje la marcha; no quería que notase mi presencia. La calle, demasiado oscura y deshabitada para mi gusto, me valió esa vez para llevar a cabo mi plan. En cuanto oí el clic de la llave accionado la cerradura corrí y me abalancé sobre ella para empujarla, puerta y todo, hacia el interior de la portería. Entre el estruendo caímos rodando al suelo, la luz interna por suerte aún apagada, y mis manos agarraron el joven cuello con la fuerza con que acostumbran a asir el volante del autobús. Fue rápido y por fortuna inadvertido. Los vecinos debían de estar aún de compras, qué sé yo, y pude salir de aquel portal con la sensación de que se había hecho justicia nuevamente.
Es la misma sensación con que he llegado esta noche a casa tras acabar mi turno. El sentimiento de que un acto así no debe quedar impune, de que la gente no puede andar por ahí haciendo lo que le viene en gana. ¿Qué pasa, que porque sólo sea el conductor del autobús no tengo sentimientos? Pues sí los tengo, a mí también me molesta que la gente me revele los finales de mis series favoritas.

martes, 20 de mayo de 2014

Tierra ya pisada

Siempre que huelo a tierra ya pisada
me mezo con nostalgia en el columpio
de Plazas Nicaraguas encharcadas
con el agua de globos con rebumbio.

Cuando nadie me encuentra al escondite
adulto, como dios me trajo al mundo,
saco el trompo y acepto cada envite;
gano o muero por no quedar segundo.

Si el cosmos se Bifurca en cien mitades
salgo a “picar” al timbre de amistades
de cuando un barrio era un continente.

Rezo por que alguien se baje la bola
y atracar la tienda de gominolas
con veinte duros al precio de un diente.

jueves, 27 de marzo de 2014

Anónimos

Está bien, comenzaré de nuevo y trataré de ser más claro. Disculpe, señor agente, pero estoy demasiado nervioso. Empiezo otra vez.
            Al principio era la típica historia de celos. Ya sabe: exnovio despechado porque su chica le ha dejado por otro la persigue día y noche hasta averiguar quién es el tipo que se la está tirando. Tras barajar varias opciones se decide por la más sensata: empezar a enviarle anónimos. ¿Quién no lo ha hecho alguna vez?
Las primeras veces eran poco más que indirectas, lo suficiente para ponerlo nervioso y que se apartara de ella. Pero con el paso de las semanas me fui viniendo arriba. O tal vez quise subir un peldaño viendo que no surtía efecto y ni él decidía mudarse de ciudad ni ella llamaba a mi puerta con la firme intención de abalanzarse sobre mí para fundirnos en un abrazo sempiterno. En fin, las indirectas pasaron a ser amenazas de tal calibre que mientras las iba confeccionando yo mismo dudaba de si me atrevería a cumplirlas en caso de verme obligado.
            El método fue otro clásico. Sí, ya lo sé que está muy trillado, pero qué le voy a hacer. Soy un gran cinéfilo y, si bien el pegamento de barra deja unas huellas dactilares estupendas, las letras de revista recortadas confieren una estética ideal, propia de la intimidación perfecta. No me mire así, señor agente, bastante mal me siento ya como para tener que aguantar también sus mofas (dicho sea desde el respeto).
            Como le iba diciendo, transcurrió aproximadamente mes y medio. Seis viernes sin faltar a mi cita con un buzón con nombre de traidor. Las tres primeras veces lo hice por la tarde, pero a partir de la cuarta entrega resolví que debía volverme menos previsible, así que varié mi horario de visitas. Coincidió precisamente con el cambio en el tono de mis coacciones, aunque a priori no estaba premeditado.
Entre usted y yo, señor agente, y ya sé que su profesión no es compatible con enviar anónimos aunque éstos sean totalmente necesarios y merecidos, pero si alguna vez tiene intención de amenazar misteriosamente a alguien escoja otra vía. Al principio, el sentirse un artesano de las palabras es muy romántico. Primero eliges cuidadosamente el mensaje, después planeas la disposición de las letras y por último deshojas a golpe de tijera la primera revista que encuentras. Como estás profundamente enamorado no lo dudas: han de ser revistas del corazón. Más tarde, y como se está haciendo tan de noche y al día siguiente tienes que madrugar, en lugar de ir letra a letra comienzas a buscar palabras completas, pero claro, después de leerte hasta el horóscopo, te das cuenta de que jamás encontrarás según qué palabras. Es así como he echado a perder la colección de novela negra que me regaló mi ex. Bueno, cuando sepa para qué la he empleado seguro que lo entiende, estoy seguro de que hasta me lo agradece.
            En resumidas cuentas, que yo a lo que vengo aquí no es a confesar, ni a entregarme ni a nada de eso. Yo vengo a poner una denuncia. ¿Contra quién? Pues contra el actual novio de mi ex. El tipo en cuestión, vamos. Si me dejara terminar la historia no pondría esa cara de asombro. Escuche; de un tiempo a esta parte estoy recibiendo respuesta a todas mis amenazantes misivas. El mismo procedimiento: sobre cerrado a lengüetazas. Ya lo sé, ADN por un tubo, pero bueno. Dentro la hoja con letras en papel cuché recortadas y pegadas por el dorso de cada una de mis cartas originales.
            ¿Que si me devuelve las amenazas? Ojalá, pero es mucho peor: ¡se muestra comprensivo! Así es, señor agente, como lo oye. ¿Que yo le decía que le iba a pinchar las ruedas del coche?, pues el me responde que lo entiende, pero que eso no va a hacer que me sienta mejor. ¿Que mi carta le informaba de la parte del cuerpo que tenía pensado cercenarle si volvía a ponerle una mano encima a mi chica?, pues el reverso de la misma me invitaba a un café para explicarme cuánto amor sentía por ella y lo felices que se hacían el uno al otro. Y lo peor de todo: ¿que yo le daba cumplidos detalles de la rama del árbol de la cual iban a encontrar meciéndose su cadáver?, pues él me comunicaba que iba a rezar no sé cuántos padrenuestros para no sé qué de salvar mi alma del pecado capital de la ira. ¿Pero con qué clase de tío está mi chica?
            Agente, por favor tiene que hacer algo. Deténgalo, envíe dos o tres coches patrulla, el helicóptero, francotiradores… Le daré la dirección y la hora exacta a la que suele estar allí con ella. Un tipo así no puede estar en su sano juicio. Y por favor, deje de mirarme como si yo fuera el que está loco.

miércoles, 12 de marzo de 2014

Miedo

Lóbrego nado del que despierto.
Desde la orilla me pasan una pelota
que salpica de desesperanza y miedo
las cuencas de unos ojos que ahora
lloran
para     disimular         el        mar.

La llegada al primer mundo se parece
sospechosamente
a la huida del que llaman tercero.

Mientras braceo aprendo conceptos como
nocturnidad y alevosía.
Algunos de mis compañeros logran ver la luz
allí al fondo,
pero yo solamente atisbo oscuridad
y miedo.
¿Había mencionado ya el miedo?

La guardia civilizada me recibe con los brazos abiertos,
y sin embargo luego
la esperanza no es más que un color verde uniforme.
¿Por qué lo llamarán devolución en caliente
si yo aún estoy tiritando
de frío,
            de hambre
                       o de miedo?
Eso ya os lo había contado.

Tal vez esta noche amanezca.

jueves, 27 de febrero de 2014

Jaque mate

Sal al paso al peón desobediente,
no vaya a soñar conseguir su meta
de acabar la carrera y, de una treta,
cambiarse por “un pieza” más pudiente.

Con sotana de obispo y en volandas
pasea el alfil por La Diagonal.
Enséñale verdadera moral,
mientras la torre sube por la banda.

Detén al potro ebrio haciendo eles.
La reina no es tan valiosa y me huele
que habría que bañarla en fuego griego.

Cambiemos las reglas si nos conviene:
si le dan jaque mate al rey, no tiene
porqué darse por terminado el juego.

martes, 11 de febrero de 2014

El arco del fracaso

 Pulsar aquí para escuchar la canción

Al pasar por el arco del fracaso
me quemaste las puntas de las alas,
me tiré de pupilas en tu vaso
y aprendí a nadarte por las malas.

Desperté con un sueño entre las manos
y la mente calada hasta los huesos.
Por pasar de lo onírico a lo urbano
me quedé huerfanita de tus besos.

Te maldije con mis mejores deseos,
contradije los refranes de tu boca,
pero el tiempo fue tachando mis días de loca.

Olvidé de memoria los paseos.
Este amor de cuchillo entre los dientes
no entendió un futuro de abrazos ausentes.

En las cuencas vacías de los ojos
almaceno la lluvia de mi llanto,
me caliento de la quema de rastrojos
que aún encuentro entre notas que no canto.

Por lo menos ya he dejado de ir a menos.
La sonrisa con caries de la vida
me saluda con un gesto casi obsceno,
y yo me zafo de conductas de suicida.

Si te veo ya no me insulto por dentro
ni me culpo de lo que no tuve culpa;
del amor exprimimos ya toda la pulpa.

Ya da igual, brindo por el desencuentro
de dos pares de zapatos desgastados
que han perdido por no haber nunca ganado.

Te maldije con mis mejores deseos,
contradije los refranes de tu boca,
pero el tiempo fue tachando mis días de loca.

Olvidé de memoria los paseos.
Este amor de cuchillo entre los dientes
no entendió un futuro de abrazos ausentes.

Al pasar por el arco del fracaso
me quemaste las puntas de las alas.