Se reflejaba en la barra del bar
el rostro esquivo que anoche
vestías,
pediste un mal trago para tomar
a la salud de quien no merecías.
Te custodié a mil metros de
distancia
para poder oler bien tu pasado,
el humo limpio y puro fue
fragancia
parisina de barrio marginado.
El sostén te realzaba el
despecho
pero un pezón apuntaba hacia el
lecho,
así que te escolté hasta el
precipicio.
Hoy soy cronista de esta
turbulencia,
la voz en off de tu mala conciencia,
tu negación al alba y tu
desquicio.
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